Voy a Villa Adelina a llevar un libro que me encargaron. Charlamos un buen rato con el muchacho, con el que nos conocemos desde hace muchísimos años, unos quince más o menos, por esta cuestión de la literatura ambulante. Le dedico el libro. Me voy.
Tomo ahora el colectivo en sentido contrario, el 78, apunto a Chacarita. Lo miro al chofer y me río. Creo que antes me trajiste para acá, digo. Sí, se ríe también él. Escucho música y seguimos, que esa literatura no va a ambular sola, necesita que le den un empujoncito.
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