Algo más de un año transcurrió desde que pidiera ayuda, ideas, lo que fuera, para vender mis libros en invierno. El mensaje era sencillo: podía vender en plazas durante la primavera y el verano, pero ni bien comenzaba a hacer frío, me quedaba sin campo de acción. ¿Y cómo iba a hacer entonces para vivir de la literatura?
Las propuestas recibidas fueron varias: crearme una cuenta en Facebook, ir a estaciones de trenes, visitar shoppings, escuelas, bares, cines, eventos culturales.
En fin, para todos los gustos. Y, como decía en aquel momento, cada una podía funcionar, además, como posible disparador de nuevas ideas. Sabemos que éstas suelen llegar sobre la marcha, mientras estamos trabajando: y así fue.
Un día salí a la calle para ofrecer mis libros puerta a puerta, casa a casa. Las esperanzas no eran muchas por esto de la inseguridad, y del miedo que a veces tenemos de abrirle a desconocidos. Pero bueno, como suelo creer, lo que no se intenta no se consigue (y encima nos quedamos con la duda de si podría haber funcionado).
Pocos me contestaban el timbre, y los que lo hacían sólo atinaban a decirme que no estaban interesados. ¿Cómo seguir entonces?, ¿hacia dónde? Caminé varias cuadras sin ningún resultado. Hasta que en un momento llegué a un negocio de venta al público, no recuerdo de qué rubro (almacén, panadería, ferretería; da igual), y pensé ¿por qué no?
Ahí estaba la clave. Cambié en un momento la idea original. En lugar de ofrecer mis libros casa a casa, lo haría negocio a negocio. Y pude comprobar que de esa forma era bien recibido, y hasta me compraban de vez en cuando.
Ahora, que es otoño en esta parte del mundo, salgo cada día a un barrio diferente. Mochila al hombro, algunos libros en la mano, y el agradecimiento en el rostro por estar haciendo lo que me gusta.
Y, lo que es sorprendente, ¡vendo bastante más de esta manera, que durante el verano en las plazas y parques! ¿Quién lo iba a decir?
8 comentarios:
Es bueno buscar alternativas, pero cuesta mucho patear la calle y más aún, que la gente ya no lee. No hay tiempo, no hay ganas. Creeme que te entiendo, a mi me pasa con mis viñetas, si no sos un triunfador en el extrajero, no te acepta nadie.
Un gran abrazo amigo, que podamos seguir vendiendo nuestras creaciones.
¿Sabes que en cierto modo te envidio?
Yo soy una vendedora nata, y me cuesta quedarme quieta esperando que sea la editorial quien se ocupe de todo mientras yo veo oportunidades por todas partes.
Cuando ni imaginaba que me publicarían me veía como tú, vendiendo de puerta en puerta.
Ánimo y mucha suerte.
Hay maneras de vender por internet, Ale. Vos que ya tenés los ejemplares, tenés un paso gigante dado. Probá ese rubro también. Además, te digo, porque lo del pago es algo complejo, que western union ahora es mucho más barato que años atrás. Y fácil de cobrar. Suerte. Sigo con expectativa que salgas adelante, será el triunfo de todos nuestro sueños. Abrazo.
Te admiro la constancia. Y está bueno, que sigan los éxitos, entonces.
Abrazo
Moverse es la clave, y al final lo que consigues es que cada negocio se convierta en una mini-librería. Una buena idea, Alejandro, quizás te la copie :)
Un saludo
Caly, en mi caso, patear la calle no cuesta tanto, porque me gusta caminar, lo disfruto.
Lola, entiendo lo que decís. A veces pienso en qué voy a hacer cuando consiga editoriales que se ocupen de todo. Quizá me reserve los derechos de algunos libros, para seguir trabajando de esta manera, y no tener que quedarme esperando.
Gracias, Raúl. Al menos ya estoy teniendo algunos ingresos modestos por la venta de mis libros. Estamos en camino. :-)
Gracias, Horacio.
Sí, Blas, hay que moverse. Vos también sabés de qué se trata.
Un abrazo,
Ale.
Muy duro vender casa por casa, Alejandro. Te admiro y te doy mi ánimo para que todo te vaya bien, amigo.
Un fuerte abrazo,
Mián Ros
Gracias, Mián. Fácil no es, pero se disfruta.
Un abrazo,
Alejandro.
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