Escritor es, a mi parecer, quien escribe con cierta frecuencia. Lo puede hacer bien, mal o regular, y no por eso deja de serlo. De la misma forma en que un albañil, un médico, un zapatero o un ingeniero conservan su denominación habitual más allá de las propias destrezas. ¿O diríamos que un médico que se equivoca en su diagnóstico, deja ser médico? No, lo seguiremos llamando así, aunque elijamos no atendernos con él.
Lo que sucede con la palabra escritor es que está sacralizada. Sólo nombrarla nos remite a los grandes de la literatura, a los geniales, a esos que el tiempo no puede borrar, a pesar de su corrosivo paso. O en su defecto a los que hoy, ahora, venden sus libros en cantidades inconcebibles, lo cual les da cierto aval y los pone al margen de su calidad manifiesta o no.
¿Y los que estamos en el medio? ¿Los que escribimos todos los días, o al menos de vez en cuando? ¿Qué somos? ¿Podemos aspirar a lo sagrado de la pabra escritor? No, a lo sagrado no. Pero si le plumereamos ese resplandor celestial, y la bajamos concienzudamente hasta la tierra, como tantas otras ocupaciones que andan dando vueltas, podremos quizá establecernos en ella con algo menos de incomodidad, y sin tantas cuentas para rendir y rendirnos.
Dicho esto, no puedo olvidar que en realidad nada somos. Ingeniero o zapatero o escritor, será siempre algo circunstancial: lo que ahora hacemos, lo que decidimos hacer. Decir soy, somos, es puro encasillamiento, es fijación de límites innecesarios; justificables apenas por las necesidades de la comunicación.
11 comentarios:
No sé si te pasa, Alejandro, pero creo que uno escribe porque las palabras brotan y necesitan juntarse para contar algo o esbozar un verso. Y no creo que haya que sacralizar nuestra profesión, oficio o necesidad, como quieras decirle. Supongo, también, que la única cuenta para rendir es con nosotros, no traicionarse. Cuando las historias brotan con mayor facilidad es tentador quedarse acodado a ellas y explotar terrenos seguros. Creo que esa es una sensación que todos tenemos, de la que hay que huir, para seguir trabajando con las palabras, día a día, noche por noche, verso a verso, parafraseando a un grande.
Abrazo enorme desde la patagonia
Hola Alejandro,
estoy de acuerdo en que una persona no ES lo que hace, pero tenemos la costumbre de poner etiquetas a todo, supongo que para ordenar nuestro pensamiento y simplificar.
En cuanto a lo de escritor, disiento ligeramente: a mi entender no es escritor todo el que escribe, porque entonces lo sería el médico que escribe una receta, el que escribe una factura, quien escribe la lista de la compra, etc.
Escritor es el plasma en el papel sus pensamientos, su imaginación, sus locuras, el que siente la necesidad de escribir, el que ama las letras.
Pero como bien dices, da cierto pudor autodenominarse escritor, si uno no es famoso, publicado y reconocido.
Saludos
Horacio, comparto especialmente eso de que la única cuenta para rendir es con nosotros, no traicionarse. En cuanto a la exploración de nuevas formas, creo que muchas veces se da como algo natural, como una necesidad de cambio que renueva las ganas de escribir.
Lola, gracias por completar la idea. Quizá podamos decir que para ser escritor no basta con escribir, sino que debe existir también la intención de darle cierta trascendecia estética y/o de sentido a lo que se hace. Y nótese que digo "intención", ya que lograrlo o no será otra cosa: hablará de la calidad misma del escritor.
Saludos!
Yo creo que llamarse escritor, o autotitularse "escritor" no lo hace escritor.
Escritor se es cuando otros te denominan así, sea porque han leído tus escritos, o porque consideran que lo eres.
Yo puedo ser zapatero, pero si malogro los zapatos en lugar de repararlos, no me llamarán zapatero, con seguridad me dirán cualquier cosa aquí impublicable.
Saludos!
Jaja, Blanca, me causó gracia lo del zapatero. Bueno, son formas de verlo.
Un abrazo.
Hola Alejandro,
Comparto en su totalidad el comentario de Lola. Y aún así, me cuesta dar una opinión respecto a este tema.
Si tuviera que etiquetarme, diría que soy escritora, primero, porque dedico todo mi tiempo a escribir, y segundo, porque lo hago desde el profundo amor que siento hacia la imaginación, las palabras y la necesidad de transmitir mis locuras.
Pero por otro lado, soy incapaz de reconocer sin sentirme incómoda,que me considero escritora. No encajo en el perfil, ni en la imagen que la mayoría tiene de lo que eso significa: publicado y reconocido, y si de paso hay calidad!
Un abrazo!!
Cierto, Anxana, hay algo de incomodidad en definirse (o en que lo definan a uno) como escritor. Aunque creo que esa sensación se va perdiendo con la costumbre.
Un saludo!
Entre lo divino y lo humano...qué difícil. A veces cocino por afición, pero no puedo autodenominarme cocinera...pinté dos cuadros que tiré a la basura, así que tampoco puedo llamarme pintora. He escrito relatos y los he publicado, he ganado algun premio por ahí y publicado alguna que otra cosa. Algunos me llaman escritora y yo a veces me lo creo, pero a veces no, en especial cuando no escribo, cuando las palabras se resisten y arrugo el papel y borro y tacho y salgo a ver el atardecer y busco cualquier excusa para no volver a escribir. Algunos me llaman escritora y quizás lo sea, aunque nunca pueda llegar a ser Tolstoi ni Dickens, ni siquiera King. Pero si no puedo alcanzar lo divino, sí puedo quedarme en lo humano...quizás.
Linda relexión, Martikka. Para pensarla y repensarla.
Un abrazo.
¡Qué dificil, Alejandro! Quien levanta mundos con la palabra escrita, ése es escritor.
Un abrazo
Sí, Blas, ese es mi parecer, más allá del reconocimiento que haya obtenido o no.
Justamente en estos días estaba pensando que, de no ser así, no tendría sentido hablar de "escritores nóveles". Si no nos aceptáramos como escritores por no haber publicado aún, la denominación "escritor novel" sería una contradición en sí misma.
Un abrazo.
Publicar un comentario