Un día un amigo me prestó esa especie de documental llamado El secreto, que básicamente habla del poder de la atracción que tendría la mente del hombre, y que le permitiría alcanzar (o hasta convertirse él mismo) aquello en lo que más piensa. Intercalando testimonios de personas que dicen vivir cada día utlizando de manera consciente ese poder de atracción (nombrado una y otra vez, justamente, como el secreto), con escenas ejemplificadoras y citas (encajadas con más o menos acierto) de personajes de peso de la historia, consigue al menos sembrar la duda (y el deseo de probarlo) en el espectador.
Visto en este caso por un bicho raro (que vengo a ser yo), de esos que por un lado creen que cualquier cosa es posible, que la vida es tan amplia y sabemos tan poco de ella que difícilmente seamos capaces de negar nada; pero que al mismo tiempo cuando llega la hora de creer o no creer, de hacerlo con el cuerpo entero y ya no con los divagues pretenciosos del raciocinio, se inclina casi siempre por la segunda opción, tal como dejé sentado alguna vez en este espacio.
Visto por un bicho raro, decía, que se encontraba casualmente (desde varios años ya) intentando cambiar de vida, sabiendo que no deseaba seguir analizando sistemas ni programando computadoras, mientras hacía catarsis por las mañanas o las noches sobre un papel cualquiera, dando lugar a poemas de cierta contundencia como La crisis, pero que, sin embargo, no se le ocurría (o no se animaba) plantearse que ese cambio podría estar dado por los mismos papeles que solía garabatear; en fin, sorprendido con la guardia baja, puede asirse (pudo asirse) a cualquier fragmento de esperanza: incluso a la posibilidad de vivir de sus propios escritos.
Llevaba en aquella época sólo dos libros independientes publicados (Silencios de un Mundo y Libertad y otras yerbas), vendidos esporádicamentes en parques y plazas cuando el estudio y demás obligaciones autoimpuestas me lo permitían, y una acumulación de más de cinco años de nuevos poemas que no reclamaban en lo más mínimo ver la luz. Y fue entonces cuando se encendió la llama, esa que ahora trato de alimentar todos los días, sin tanto pensamiento inúltil, y que me llevó a publicar Maldita Conciencia.
Este nuevo libro, tomado no sólo como el fruto de un soñador que deja testimonio de su sencillo paso, sino también como prueba de un futuro posible, distinto y posible, me dejó con la boca abierta ya en los primeros días de salir a ofrecerlo. Cuando antes alcanzaba, como una exageración, a vender cuarenta o cincuenta ejemplares al mes, podía ahora duplicar la cifra con facilidad.
¿Pero qué había cambiado? ¿No era yo el mismo muchacho que salía a la plaza, luego de su jornada de trabajo habitual, o que se iba al parque los días sábados y domingos? ¿Puede la convicción modificar los resultados de manera tan radical? ¿Existe realmente el poder de la atracción, o se trata sólo del optimismo focalizado?
No tengo respuestas, como para casi todo. Pero lo cierto es que después de aquel primer click, cuando me propuse con seriedad vivir de mis libros, los avatares de la vida diaria dieron un vuelco.
Continué mi camino. Escribí por casualidad un libro infantil narrado por un perro, El diario de Toba, que no sólo me llenó de alegría mientras le daba forma, sino que además aumentó considerablemente las ventas, ya que apuntaba a un público distinto, es decir los niños, con quienes los adultos reparamos menos en gastos. Insisto, fue casualidad (¿o acaso atracción?): no pensaba escribir para chicos, pero surgió.
Hoy, con el poemario Soy Culpable publicado hace pocos meses, que aprendió pronto a dar más frutos que el anterior, sigo oscilando entre creer y no creer, entre creer o reventar, mientras quintuplico las ventas mensuales de aquellos tiempos lejanos (cuatro años pasaron ya), antes de hacer en mi cabeza el mencionado click, antes de sospechar siquiera que alguien pudiera hablar de la atracción posible de la mente.
7 comentarios:
no hay dudas de que es así. Y la idea se acentúa en cuanto se ven los primeros resultados positivos... Abrazo..
Lei El secreto hace algun tiempo y lo comenté en mi blog en su momento.
A mi me parece un puro producto americano sin mayor transcendencia (salvo la de haber vendido millones de libros, jeje)
Creo más en el poder de la voluntad y la autoconfianza que en el de la atracción, y creo que ese ha sido tu caso.
Saludos
Raúl, Lola,
Como digo en la entrada, no puedo asegurar a qué se debe. Pero es cierto que la voluntad, el optimismo y la confianza siempre son buenos; y si algo de fe en el poder de la atracción, o en Dios, o en lo que fuere, permiten alimentar lo primero: ¡bienvenido sea!
Un abrazo.
Es probable que se deba a que te sientes cada vez más seguro como escritor. Y a que el título del libro llamaba mucho la atención: Maldita conciencia, que en cierta forma es un libro de autoayuda y esos temas son los que más se venden. Hay gran cantidad de gente deseando escuchar o leer lo que interiormente quieren afirmar.
Me alegro por el éxito que estás teniendo en tus ventas!
Beos!
Blanca
Invocar, convocar, hacer camino, pero ¿cómo decirle al tiempo que se detenga? ¿de dónde sacar las horas para ese espacio personal, ególatra creativo?
Sí, Blanca, todo puede ser. Respecto al título Maldita Conciencia, sé que no pasa inadvertido: hay quienes me dicen "qué buen título", y otros "con ese nombre prefiero no leerlo". Lo dicho, llama la atención, como también sucede ahora con Soy Culpable.
Bellkys, el tiempo es el que hay y nada más que eso; no le pido que se detenga, sólo establezco prioridades. ;-)
Un abrazo!
...traigo
sangre
de
la
tarde
herida
en
la
mano
y
una
vela
de
mi
corazón
para
invitarte
y
darte
este
alma
que
viene
para
compartir
contigo
tu
bello
blog
con
un
ramillete
de
oro
y
claveles
dentro...
desde mis
HORAS ROTAS
Y AULA DE PAZ
COMPARTIENDO ILUSION
ALEJANDRO
CON saludos de la luna al
reflejarse en el mar de la
poesía...
ESPERO SEAN DE VUESTRO AGRADO EL POST POETIZADO DE SIÉNTEME DE CRIADAS Y SEÑORAS, FLOR DE PASCUA ENEMIGOS PUBLICOS HÁLITO DESAYUNO CON DIAMANTES TIFÓN PULP FICTION, ESTALLIDO MAMMA MIA, TOQUE DE CANELA, STAR WARS,
José
Ramón...
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