Horacio Beascochea va, sin embargo, más allá. Nos cuenta con buena pluma, rebosante de nostalgia y poesía, las esperanzas de un pueblo de inmigrantes, enclavado en el medio de la llanura pampeana, supeditadas a los caprichos del ferrocarril, de la industria maderera y de la ciudad capital, que parece decretar su ocaso como un contrapunto previsible y certero.
El gato maulla a mi alrededor, en desacuerdo conmigo. Le rasco la cabeza y ronronea. Se echa a mis pies y se queda mirándome fijo. Me atrevo a leer en su mirada una solidaridad tácita, una tregua necesaria que deja las preguntas en el pasado y me sirve de sostén para comenzar de nuevo.
4 comentarios:
Gracias por tus palabras, Alejandro. Más que generosas. Ayer empecé tu novela y me devoré varios capítulos en un rato.
Abrazo
Horacio, tu libro lo merece. Es excelente, de verdad. Un abrazo!
Ningún texto de Horacio defrauda.
Bonita reseña
Un abrazo
Toda la razón, alís! Un abrazo.
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