Allí, promediando el video, hablamos de los libros infantiles de tela y de papel, y presentamos los títeres de Toba, Fuz y Croack.
¡Los invito a verla!
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XIX
Me vas a iniciar en la lectura, confiesa. Tendrá unos veinticinco años. En Morón, a pocas cuadras de la avenida Don Bosco, límite con La Matanza.
No está segura de qué libro comprarme. Los mira, los da vuelta para un lado y para otro, lee las contratapas.
¿Cuál me recomendás?, pregunta. La novela, arriesgo yo, creo que es mejor para empezar, te va a ir llevando.
La situación no es nueva: una persona eligiendo leer un libro por primera vez (sin obligación, sin exámenes). Y sin embargo el orgullo (el sano, el que me hace sentir bien) sí parece nuevo: recién inventado parece.
XVIII
—Se lo recomendé a mi sobrino. Estaba un día en casa y le dije tenés que leer esto. Creo que después se lo pasó al hermano, y él a su vez lo volvió a prestar. No sé por dónde anda ahora.
El muchacho, de unos cuarenta o cuarenta y cinco años, atiende la farmacia. Yo había entrado tímidamente, como no queriendo molestar. Luego de la charla, me voy feliz.
Pero antes decide comprarme un libro distinto. Fue poesía la primera vez. Ahora, novela. Ojalá alcance también a cumplir las expectativas.
El mundo
Un hombre del pueblo de Neguá, en la costa de Colombia, pudo subir al alto cielo.
A la vuelta, contó. Dijo que había contemplado, desde allá arriba, la vida humana. Y dijo que somos un mar de fuegüitos.
─El mundo es eso ─reveló─. Un montón de gente, un mar de fuegüitos.
Cada persona brilla con luz propia entre todas las demás. No hay dos fuegos iguales. Hay fuegos grandes y fuegos chicos y fuegos de todos los colores. Hay gente de fuego sereno, que ni se entera del viento, y gente de fuego loco, que llena el aire de chispas. Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman; pero otros arden la vida con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca, se enciende.
Eduardo Galeano
de “El libro de los abrazos”
XVII
Moreno, a pocos metros de la ruta 23. El vivero está cerrado por vacaciones, me enteraré más tarde, y la chica sólo fue a regar.
La saludo. Le cuento lo que hago, mientras saco libros: tengo una novela, poesía, cuentos para chicos.
Ella se interesa. Salpica las plantas con la manguera y me escucha, al otro lado del alambre que delimita el negocio. El sol se hace sentir aunque son apenas las diez de la mañana.
En un momento gira y se le escapa la manguera. Me moja. No sabe cómo pedirme disculpas.
No pasa nada, me río, igual hace calor.
XVI
Tenés un día difícil. Fines de enero. Calor. Mucho calor. La mitad de la gente está de vacaciones, y la otra mitad acaba de volver o se prepara para salir. No hay un mango en la calle. Vender un libro es como sacarse la lotería.
De repente te encontrás con una chica que te alegra el día. Me encantó la novela, dice, la leyó también mi hermana y se la estoy por prestar a un amigo.
Por estas cosas seguís. Lo otro, lo difícil o lo fácil, es circunstancial. ;-)