XXII
Me cuenta que salió de mochila a recorrer Latinoamérica. Un viaje largo, de ensueño, con poca plata.
Hizo dedo para moverse de un pueblo a otro, de una ciudad a otra, empezando por el norte de nuestro país. Elaboró y vendió artesanías en el camino. Trabajó de lo que pudo surgir.
Ahora me recibe en la farmacia de Laferrere y me cuenta. Le brillan los ojos de entusiasmo.
Mirá, mirá, dice. Gira el monitor de la PC para mostrarme fotos. El lago Titicaca, visto desde Copacabana, en Bolivia, aparece azul, interminable. Me transporta a un lugar que no conozco, que nunca he visitado, y se las arregla así, a la distancia, para llenarme de paz.
Acá leí tu libro, enfatiza el muchacho, mirá, fue acá. Habla de Soy Culpable. Años atrás me lo compró en esta misma farmacia.
Lo pensaba regalar después de leerlo, había dicho antes, igual que uno de Vargas Llosa que llevé. Pero eso no fue posible. En Perú le robaron la mochila. No se lo ve contrariado: una experiencia más del viaje, que no se iba a interrumpir por semejante nimiedad.
Quedó (ambos libros quedaron) donde la suerte quiso. Habrá encontrado quizá un lector nuevo. Así queremos creer, el muchacho y yo.
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