En este último año, el noveno vendiendo libros por la ciudad, debo admitir que me aburrí un poco, me costó encontrar motivación. A las dificultades económicas que la mayoría de los habitantes de este país debimos enfrentar, producto de la crisis, se le sumó la pesadez de la rutina.
Es que nueve años es bastante. Ya rara vez me ocurre descubrir un lugar diferente, que no hubiera visitado hasta el momento, unas calles no transitadas. La repetición terminó por arrinconar el asombro, ese que siempre me cautiva y me empuja a seguir sin preguntarme por qué.
Esto no quiere decir que vaya a claudicar, soy demasiado obstinado para bajar los brazos, pero estoy en un punto en que el cuerpo me implora hacer algo distinto: ¿cómo?, ¿qué?, no lo sé aún, no lo puedo decir; ya veremos con el correr de los días.
Lo importante, creo, es asumir la molestia e intentar tomar acción.
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