Corrijo novela. Me encuentro con una de esas páginas en las que uno siente que faltó inspiración al escribirlas, una página que no fluye. La idea está bien, la página es necesaria, no la puedo quitar y listo. Pero hace ruido por todos lados. Esas son las más difíciles de corregir. Tocás acá y se rompe allá: peor que antes.
Entonces uno se convierte en un picapedrero. Martillo en mano, cortafierro en otra, va dando golpecitos suaves, trabaja con lo que tiene. No lo puede sacar todo ni tampoco agregar material. La piedra es esa.
A menos que decida abandonarla y empezar con una nueva, y chau.
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