En la época en que vendía libros en las plazas y parques, era habitual que leyera poemas a quien deseara escucharlos. A veces a pedido de la persona que tenía enfrente, a veces porque lo proponía yo. No sé, como que el lugar invitaba: el aire libre, el verde, los lagos de Palermo, las bajadas de la plaza San Martín, el atardecer, la noche. Supe disfrutarlo, y mucho.
Luego vinieron otras formas de llegar a los lectores. Cambié aquellas experiencias por los recorridos a lo largo de la ciudad. Eso me permitió tener más constancia, ya el frío dejó de ser un impedimento, y la lluvia un poco menos que antes, y pude salir todos los días y no sólo los fines de semana. En fin, que pude empezar a vivir de la literatura. Pero hubo algo que se perdió: la lectura improvisada de poemas; porque en la ciudad las personas no tenemos tiempo, corremos más de lo que vivimos.
El caso es que hoy, once años después, en un negocio al que entré con mis libros, me pidieron si podía leer un poema y, claro, dije que sí. Me saqué el barbijo, me bajé la mochila, y emprendí con uno de los textos de "Y en medio nosotros", elegido al azar. Fue un placer para mí. Me dijeron que se emocionaron al escucharlo y que les gustaría ponerle música.
Cada tanto, la vida te da estas cosas.
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