Con tu libro fue feliz, me sorprende el muchacho, te lo compré para darte una mano, sin saber lo que iba a pasar.
Habla de El mago Pascualito. Nos encontramos ahora de nuevo, por los avatares insospechados de la ciudad. Me cuenta que su sobrino tiene autismo, y que una vez fue a su casa, como tantas otras, y dio por casualidad con el libro. Ellos, los adultos, no se enteraron en el momento; sabían que al nene le gustaban los pingüinos pero no hicieron la conexión. Tiempo después, en otra visita a sus tíos, el chico buscaba y buscaba, mientras los grandes lo miraban desorientados. Hasta que Pascualito volvió a aparecer.
Con tu libro fue feliz, me repite, y el que se va feliz después de escucharlo, soy yo. Las calles de Munro me acompañan en la alegría.
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