Si le llego a sacar los libros a un escritor, mi hermana me mata, me dice el policía, pero acá está prohibida la venta ambulante. Yo me río, como siempre. No sé por qué, pero estas situaciones me dan gracia. Está bien, le respondo. Antes me había contado que la hermana es maestra. Le muestro después el documento de buen grado, a su pedido. No hay nada que esconder.
Es que acá la gente llama, continúa. Ah, digo, en todos estos años es la segunda vez que me pasa. En realidad es la tercera, pero en ese momento me olvidé una. Igual en este caso te vi yo, agrega él, y tengo que hacer mi trabajo. Lo sé, concedo.
Acordamos que no iba a seguir vendiendo ahí por ese día. Le agradecí la buena onda. Ah, le dije al final, si tenés ganas, pasale a tu hermana mi nombre así me busca, ya trabajaron en varios colegios con mis libros.
El policía le saca una foto a las portadas para pasarle. Tal vez algún día nos volvamos a ver.
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