domingo, 15 de diciembre de 2024

El fantasma de Ballester (¡nuevo libro!)

La primera vez que intenté escribir este libro fue hace unos cuantos años, más de diez. Un intento fallido. Sólo quedó de aquello las ideas centrales: se trataba de una novela narrada desde la voz de un fantasma, escrita de manera que pudiera ser leída por adultos pero también por chicos que apenas comienzan a dejar de serlo, que ingresan a esa zona previa a la adolescencia en que uno se siente tan pero tan grande, pero que aún merece cierto cuidado por parte de los mayores que tiene alrededor.

Un intento fallido, decía. El primero. Recuerdo haber tecleado una buena cantidad de páginas. No me pregunten sobre el argumento o los personajes, porque nada de ello guardé. Lo único que puedo asegurar es que la historia no tenía vida. No me generaba entusiasmo al releerla, señal de que definitivamente estaba en el camino equivocado.

Años más tarde traté de nuevo. Y otra vez debí abandonar. Creo que arranqué repasando las páginas escritas previamente, dándole una mirada al diagrama de personajes que ya por entonces me dibujaba como un ayuda memoria, descartando todo eso para empezar de cero, tipeando en la netbook durante varias semanas, hacia ninguna parte: hacia un texto que otra vez carecía de alma.

Después me olvidé. Escribí otros libros. Publiqué y reedité varios, volví a escribir. Otra novela, en este caso de suspenso para adultos, que se llamó Luego no sabría nada más. Cuentos infantiles, como El mago Pascualito o El tesoro de Camilo. Una cantidad de poemas que me fueron transitando a lo largo de una década, y que quedaron reunidos y ordenados bajo el título Y en medio nosotros

En fin, que de historias contadas por fantasmas, nada. Nada de nada.

Hasta que un día, no sé por qué, me volví a encontrar con la idea. Quería hacer algo distinto. Eso sí, lo sé. Veía series y me decía: un día tengo que contar algo así. Probaba argumentos fantásticos en mi cabeza. Hacía listitas de posibilidades en los cuadernos de apuntes que tengo desparramados por la casa o guardado en la mochila. Le pedía disparadores al tan mentado ChatGPT. ¿Y todo para qué? Para reencontrarme conmigo, con aquel fantasma que había dejado abandonado dos veces.

Decidí no releer nada de lo anterior. Tiré todo sin mirarlo. Empecé de cero. Sin más.

Y entonces sí, ya desde las primeras líneas sentí que era por ahí. Me acerqué al suspenso y al miedo desde el humor. Pasada la primera media página, sabía que mi fantasma se iba burlar de sus víctimas, que sus sustos iban a ser livianos pero indelebles, que se iba a reír de ellos, como me estaba riendo yo mientras tecleaba. No me cabía ninguna duda ahora, había encontrado el tono (qué palabra tan repetida y aséptica, ¿no?) y debía sostenerlo antes de que se me escapara.

Los días que siguieron fueron intensos. De diversión y cansancio. 

Me dedico normalmente a este tipo de escritura a la mañana temprano, cuando el resto de la casa duerme, mi esposa, mis hijos; y encaro las primeras correcciones mientras los demás se van levantando, desayunan, me hablan y los miro sin responderles, comienzan a pensar en el almuerzo. Sábados, domingos, feriados. No hay celular ni internet hasta que termino, salvo para alguna búsqueda puntual, indispensable para eso que estoy escribiendo. Mucho menos redes sociales o mensajería. No estoy, no existo, si no es para el texto que tengo entre manos.

Y claro, entre manos tenía a mi fantasma, que luego lo supe viviendo en Villa Ballester, desde que era apenas un pueblito, con sus primeras casas importantes de dos plantas construidas, con su tren, sus calles empedradas, su primera escuela, su iglesia; hasta alcanzar ahora la ciudad que es.

Tuve que investigar en el medio. Aprender lo que no sabía ni había vivido. Y, oh, casualidad, en el Espacio Cultural Municipal Ballester se estaba desarrollando en ese exacto momento una muestra fotográfica llamada Ballester Antiguo. ¡Justo lo que necesitaba! La visité, saqué mis propias fotos de las fotos exhibidas, me traje las láminas en blanco y negro que me regalaron. Todo material de inspiración que luego usé para seguir escribiendo.

Sábados, domingos, feriados. Hasta llegar acá, a El fantasma de Ballester. Corregido y corregido, como todos los manuscritos (qué raro que le sigamos llamando manuscrito a algo que ya no hacemos a mano), antes de publicarlo. Hasta alcanzar este libro que hoy empiezo a mostrar a la gente y del que ya vendí los primeros ejemplares, con la ilusión de que guste, de que su lectura entusiasme tanto como a mí cuando lo fui escribiendo.

Comparto el texto de contratapa para que puedan ingresar a la historia:

"Antes de cerrar la puerta, lleva los dedos a la tecla de luz. Pero no alcanza a tocarla. En el momento exacto en que lo intenta, poso mi mano de fantasma sobre la suya. Mi mano corpórea por un ratito. Lo suficiente para que se retire espantado."

En una vieja casona de Villa Ballester habita un fantasma desde hace casi un siglo. Es él quien cuenta la historia con su propia voz. Alterna entre el presente, donde se divierte narrando los sustos que suele dar a las personas, y el pasado, cuando comenzaba a ser espectro, luego de una muerte que no consigue recordar.

No hay comentarios: